Cristian Lara apenas jugó 27 minutos el pasado domingo, en la victoria 3-1 de su equipo Barcelona a El Nacional.
Nuevamente, el desempeño del ‘Diablito’ decepcionó a la fanaticada amarilla. Entre pifias e insultos, el volante abandonó la cancha con un gesto de molestia.
Las actuaciones flojas de Lara, quien costó a los toreros más de USD 700 000 por dos años, han sido una constante en las cinco fechas del Campeonato y en los seis amistosos de pretemporada.
“O no está entendiendo el fútbol del equipo, o el equipo no lo está entendiendo a él”, aseguró el DT Éver Hugo Almeida, un día después del cotejo, a la radio CRE.
Sin embargo, el estratega se muestra optimista por un pronto repunte en el nivel del jugador. Fricson George, uno de los compañeros de Lara, asegura que el ‘Diablito’ está sintiendo una “fuerte presión” que nace de la hinchada a raíz de los 10 años de sequía de títulos en el club.
“La gente quiere ver al ‘Diablo’ de Liga de Quito y El Nacional, pero Barcelona es distinto”, justifica el zaguero. George considera que el jugador “podría estar jugando tensionado” y que además aún no se acostumbra al clima costeño.
Otro compañero de equipo, Pablo Palacios, asegura que a Lara “se lo está apoyando emocionalmente para que levante su nivel”.
Para el DT Janio Pinto, Lara no rinde “porque el resto que vino tampoco está rindiendo”.
Según Pinto, la presión que ha impuesto la dirigencia en los nuevos fichajes ha provocado que Lara no despunte. “Se comprometió a los jugadores a ser campeones”.
Además, el técnico brasileño considera que el ‘Diablito’ tiene más responsabilidad que el resto. “Debe armar y hacer goles”
El DT Ricardo Armendáriz dice que Lara no debería jugar como armador, sino como un delantero retrasado. “Está corriendo mal la cancha, está descontrolado. Tal vez Almeida debería sentarlo un par de partidos para que se tranquilice porque está angustiado”.
Mientras que Jesús Cárdenas, DT de la Sub 19 de Emelec, considera que el caso de Lara podría traducirse en que “al jugador le está pesando la camiseta”.
Fuente: El Comercio de Quito